Es uno de los tipos de violencia más sutiles que existen. Sin embargo, su diagnóstico es difícil de detectar ya que aquellos que lo padecen pierden la capacidad de pensar
Sutil, insidioso y permanente, así es el maltrato emocional. Esta serie de comportamientos perversos se ejercen mediante conductas en donde no se tiene compasión ni respeto por los demás.
El victimario posee una fría «racionalidad» que se combina con la incapacidad de considerar a los demás, de sentir empatía. Comienza con actitudes seductoras y poco a poco va envolviendo a la víctima, aislándola de su familia y amigos.
«La va paralizando para que no se pueda defender, de allí que por mucho que ella intente entender lo que ocurre, no tiene herramientas para hacerlo ya que su capacidad intelectual ha sido atacada por la denigración, las insinuaciones, las mentiras y la seducción», detalla Nora Leal Marchena, médica psiquiatra de APSA.
La víctima luego de ser paralizada es destruida y se convierte en el «chivo expiatorio» de todos los males. Siempre piensa que comete una falta aunque no sepa cuál es. Las mujeres, los niños, los ancianos y los discapacitados son quienes más lo padecen.
Marchena explicó que la situación es mucho más grave cuando no se tiene familia continente o redes sociales donde recurrir. Muchas veces se oculta el problema por vergüenza y se tiende a la desvalorización y culpabilización.
«Los niños tienen menos recursos para defenderse que los adultos y cuando la violencia es ejercida por quien debe cuidarlos o protegerlos quedan desamparados y no tiene donde recurrir. Las mujeres son más vulnerables porque sienten mayor carga y responsabilidad en la crianza, porque no tienen recursos económicos propios, o no tienen donde ir», comentó la especialista a Infobae.
De esta manera se produce el «asesinato psíquico». El violento utiliza métodos que producen confusión, sufrimiento prolongado, humillación y desamparo. La persona sometida al acoso está en vilo y no puede prestar atención a las necesidades de su mundo interno ya que está pendiente de complacer al otro.
«Los que agreden, a veces son víctimas de fracaso y maltrato social o laboral. Otros son profesionales exitosos y admirados por los conocidos. En algunas ocasiones padecen trastornos de personalidad, alcoholismo o drogadicción, no tienen alarma ética y disfrutan de ejercer el poder y jugar con la vida del otro», señaló.
Por eso es muy importante luchar contra aquellos prejuicios que impiden a las víctimas escapar de este «espiral del silencio». Un buen diagnóstico junto a una terapia, en los casos en donde se trata de problemas emocionales, es uno de los tratamientos más empleados.
«El acompañamiento terapéutico da muy buenos resultados. En los casos en que se trata de situaciones abusivas o perversas lo más importante es proteger a las víctimas separando al abusador de la familia con un efectivo control de las instituciones del Estado para que se cumplan las instancias necesarias y que la protección sea efectiva», explica Marchena.
