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Una Buena Conciencia

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Hebreos. 9:24 “Porque no entró Cristo en el santuario hecho de mano, figura del verdadero,sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios.”

El Señor Jesús, de su propia voluntad, decidió ser el Sumo Sacerdote.

–          Para velar, cuidar, guiar a los hombre en la correcta relación con Dios.

–          El único que entraba a la presencia de Dios para ofrecer la sangre del cordero, para expiar, quitar los pecados.

–          Juzgar, condenar y castigar al malvado.

–          Liberar del poder del enemigo.

Jesús, el Sumo Sacerdote perfecto!!

No debía ofrecer continuamente ofrendas y sacrificios, lo hizo una vez y para siempre.

Su paciencia para con los pecadores es una virtud divina, y lo más importante, Él ofreció su propia sangre para quitar nuestros pecados.

Entró a la presencia de Dios y no salió como pasaba con el Sumo Sacerdote del Antiguo Pacto. Se quedó y desde allí Intercede por nosotros, siempre.

Mientras Jesús intercede por nosotros tenemos la responsabilidad de usar la sangre de Cristo para limpiar nuestra

Conciencias: La facultad que nos permite diferenciar y escoger entre el bien y el mal.

Y la conciencia nos impulsa a hacer una de las dos opciones. Es por eso que debemos limpiar nuestras conciencias con

la sangre poderosa de Jesús, el Cristo de Dios.

No sólo la Biblia, sino la propia naturaleza enseña que la conciencia se relaciona directamente con la moral porque es

una de las cosas en las que nos asemejamos a Dios.

En los vs. 13 y 14 de Hebreos 9 leemos que; mediante su sangre es poderosa porque por ella nuestros pecados han

sido personados y hemos sido reconciliados con Dios y rescatados del poder del mal. Por lo cual es necesario que en

forma constante nuestras conciencias sean lavadas, purificadas, limpiadas de las obras de la vieja naturaleza.

El pecado deja culpa en la conciencia. Engaña, haciéndonos creer que nada ha sucedido y que somos tal cual éramos.

Pero esto sólo puede cambiar cuando hemos entendido que Jesús murió para hacernos libres de nuestros pecados y maldades, por lo cual nuestro viejo hombre, viciado de deseos engañosos no podrá volver a tomar lugar en nuestrasdecisiones  diarias.