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SON PATOLOGÍAS EXTREMAS CONDUCTUALES QUE ADQUIERE UNA PERSONA HACIA DETERMINADAS CONDUCTAS

“La adicción es una enfermedad del cerebro y es un síntoma del trauma, además de un componente genético”, detalla Sanhueza. Por esto, al igual que en las químicas, la única manera de tratar las adicciones emocionales es a través de terapia. Terapias que tienen que entrar en laa historia del adicto, para armar el puzzle que ha hecho que una persona tenga una adicción.

Adictos al drama o a la intensidad

En esta adicción los reyes son los estados emocionales y corresponden a personas que necesitan del drama, la intensidad o la ira, ya que éstos replican el ambiente familiar. Se confunde la intimidad con la intensidad. Son aquellos que su vida la viven como una teleserie o algo así como las series “Dinastía” o “Dallas”.

Como las adicciones se entrecruzan, el 98 por ciento de los adictos tienen más de una, potenciándose y coexistiendo entre sí. Este tipo de adictos a los estados emocionales puede convivir con las anteriores y las adicciones químicas.

Adictos a la comida

Tanto en hombres o mujeres, la adicción a la comida es una búsqueda para encontrar alivio emocional. Un extremo es el sobrepeso, y el otro la anorexia. Otra patología es la bulimia. Los padres no pueden controlar a sus hijos ni en la comida ni el sexo, por lo que es común que los niños busquen refugio en ambas. En toda adicción existe un extremo de control y otro de descontrol.

Adictos a Facebook, Twitter o juegos

Un espacio perfecto para las personas solas son las redes sociales. Para Sanhueza, este tipo de adicto se tapa “diciendo que tiene mil amigos en Facebook y cientos de seguidores en Twitter”. “Creen que son sus amigos, ni los conocen y dedican más tiempo del que desean en Facebook y Twitter, muchas veces ventilando cosas de su vida y buscando el apoyo que no tienen en su vida real. Incluso, Facebook, Messenger, Twitter son una herramienta fuerte para los adictos al amor y/o al sexo”, agrega.

Con los juegos de computador o el Wii, lo importante es la dinámica que tiene la familia de un niño, más que el juego en sí. “El problema no es el juego, sino el nivel de sanidad de la familia. Si el niño vive en una familia sana, lo tomará como un juego. En esos casos, el Wii o Facebook no serán problema”.

Adictos al trabajo

En una sociedad como la nuestra, en que trabajar es algo positivo y se teme al desempleo o a la inseguridad laboral, se da con facilidad el trabajolismo, el cual es un problema grave, ya que al ser adicción, de por sí implica una forma de abandono, y el mejor ejemplo es cuando los hijos no existen. “Voy a trabajar, pero cuando tenga tiempo salimos de vacaciones”. “¿No quieres cosas buenas en la casa?, tengo que trabajar”, ésas serían frases propias de un trabajólico y que dan cuenta de un abandono, ya que es una persona que nunca tiene tiempo, y las promesas están en el futuro. “A la gente cuando se la ama se le dedica tiempo”, insiste Sanhueza.

Por lo demás, complementa que en un entorno familiar donde exista el trabajolismo y otras adicciones, se pueden generar otros adictos. “En una familia insana seguramente es más importante el cuánto trabajas y cuánto ganas, mientras que en una familia sana es más importante estar feliz en el trabajo”, indica el terapeuta.

Adictos al sexo

Según el terapeuta, la adicción al sexo parte a los 8 o 10 años, cuando comienzan las fantasías de las películas o al descubrir la masturbación.
“Es como que se descubriera a ‘Dios’. Es lo mismo que le puede pasar a un alcohólico que alrededor de los 8, 10, 13 años se toma su primer trago”, afirma.
Sanhueza complementa que esta situación tiene diversas variantes, siendo una de ellas el “fantasy sex”, que puede unirse a la fantasía de personas románticas, o ser fantasías que van unidas a masturbación con o sin pornografía. Aquí se evita relacionarse con personas reales porque hay pánico al compromiso a ser vulnerable, pero la fantasía se vive en el chat, sexo por cámara, e-mail, Facebook, Messenger…

Otra adicción es la de pagar por sexo, donde a la persona que paga lo que le excita es tener el dinero (poder), y a la que le pagan le excita el poder (sexo). También está el sadomasoquismo, que por lo general es de gente que ha sido abusada y que sin dolor o degradación no puede sentir excitación sexual.

La seducción también puede pasar a ser una adicción sexual cuando no es usada como una expresión de amor, sino como una forma de control y poder, al igual que el sexo anónimo, el voyerismo y el cibersex. Este último es muy fuerte, sobre todo porque la pornografía por Internet es como el crack en relación a las drogas duras. “En dos semanas un adolescente o un adulto pueden transformarse en adictos a la pornografía en Internet, porque cualquier información sexual el cerebro la procesa un 20 por ciento más rápido que cualquier otra”, aclara.

En cuanto a los co-adictos sexuales, Sanhueza confirma que son las parejas de los adictos y éstas pueden llegar a la transformación física, pasando a ser un objeto, por lo que son comunes los implantes mamarios, aumento de labios y otras cirugías. “La persona se trata a sí misma como un objeto y cree que con eso va a controlar al adicto, y va a dejar de estar con otras personas. Eso es mentira porque el adicto lo va a hacer igual. El co-adicto tiene la falsa creencia de que el sexo es igual al amor. La adicción sexual y/o al amor no tienen nada que ver con el amor. Tampoco es raro ver a una persona casada con un adicto sexual que además tenga anorexia, bulimia o sobrepeso”. Cuando hay un adicto siempre existen a su alrededor personas co-adictas: Así esta enfermedad afecta a toda la familia que también debe ser tratada, no sólo el adicto.

Adictos al amor

El sicólogo Mauricio Sanhueza comenta que este tipo de adicción puede ser más común en mujeres que en hombres y es la que tiene directa relación con la fantasía y el romance. Asegura que hay dos tipos: el adicto a una sola persona y el adicto a las relaciones y al amor, por lo que es una persona que pasa de una relación a otra en forma sucesiva. Lo importante no es la persona, sino la fantasía que representa.

Agrega que no se trata de no leer más cuentos de hadas, en especial a las niñitas, porque la fantasía es algo normal en los seres humanos, ya que permite crear, escribir, etcétera. “Soñar no es malo, pero hay un momento en que, siendo niño o niña, se usa la fantasía para salir de la realidad que resulta dolorosa, porque se siente solo, y eso es vivir en un mundo que no es real. En un momento los sentimientos reprimidos por la fantasía se empiezan a romantizar, a sexualizar. Ese mundo de fantasía está hecho de las carencias, de lo que le hace falta a una persona. La persona cree que en una relación de pareja está la solución al alivio del dolor y su soledad. Esto no es verdad, ya que sólo se utilizan a las personas como un anestésico emocional y para cubrir carencias.

Una vez que la fantasía no funciona (jamás lo hará), se recurre a otra persona, esperando que esta vez será diferente. Así se establece un patrón de vida que resulta ser cada vez más doloroso.