Gentille tiene 17 años y es como si ya hubiera vivido varias vidas. Con tan sólo 14 años sus padres decidieron que tenían que ir al campo de batalla para defender su país. Eran soldados. La dejaron al cuidado de parientes, pero ella siempre sintió que la habían abandonado. Un buen día milicias de la vecina Uganda entraron en su pueblo y tuvo que ver cómo masacraban a la mayoría de sus vecinos.
Gentille tuvo “suerte”, sobrevivió. Los milicianos se la llevaron, como a otras miles de niñas en todo el Congo, y abusaron sexualmente de ella durante dos meses. Pero Gentille no se rindió. Se armó de valor y, junto a otras diez compañeras, se escaparon. Tampoco ahí cambió su suerte. Descubrió que estaba embarazada. “Quería morirme… no quería seguir en este mundo”, explica la joven.
Gentille ya no podía caer más abajo. No veía salida alguna a su situación. Y justo entonces el viento cambió. Un soldado de la ONU la encontró y la llevó a la casa Mamá Margarita. “Desde hace muchos años, me siento segura, con un hogar, con cuidados… y con una familia a la que acudir”, dice Gentille. Aquí dio a luz a su bebé, Moisés, para el que desea un futuro que ella no tuvo. Ha tenido la oportunidad de aprender a leer, a escribir y también ha recibido clases de costura. Con un poco de ayuda, montará una pequeña sastrería que le permitirá ganarse la vida de manera digna, para ella y para su hijo.
Como Gentille, miles, decenas de miles de niñas de la República Democrática del Congo, han visto sus infancias rotas, pero hoy tras los muros de la casa Mamá Margarita, 22 jóvenes tratan de recuperar sus vidas y las de sus pequeños.
- Reportaje: Andrea Jeska | Fotografías: Fabian Weiss
