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In God we trust: evangélicos latinos en EEUU

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Jeroen den Otter (Nueva York), Unsplash

En EEUU hay 26 millones de evangélicos hispanos; el segmento de mayor crecimiento que asiste a la Iglesia.

Los países considerados latinos en el continente americano suman diecinueve. En esta sección escribiré sobre dieciséis.

Hoy entro a Estados Unidos. Sé bien que este es un país anglosajón. Lo hago porque según las estadísticas más recientes, entre sus 325 millones de habitantes hay 52 millones de latinos, casi todos hispanoamericanos, arraigados en sus ciudades desde varias generaciones o llegados como emigrantes legales o ilegales. Y de éstos, millones son evangélicos.

El 4 de julio 1976 Estados Unidos conmemoró los doscientos años de su independencia. Desde entonces se ha convertido en una de las naciones más poderosas de la tierra. El gran estadista inglés que fue Winston Churchill dijo en 1940 respecto a Estados Unidos: “Nadie podrá detenerlo. Al igual que el Misisipi, evolucionará con fuerza. Que siga avanzando. Inexorable. Irresistible. Benigno, Hermanando tierras y echando las bases para días mejores”.

Cristianismo en EEUU

El cristianismo es la religión más practicada en Estados Unidos. Llegó al país cuando América fue colonizada por los europeos entre los siglos XVI y XVII. Protestantismo y catolicismo han sido las dos ramas principales desde entonces.

El número de católicos ha ido decreciendo en las últimas décadas. El centro de datos Pew Research Center, que informa al público sobre las tendencias religiosas en el país, decía recientemente en un titular: “baja el número de católicos en Estados Unidos”.

A continuación añadía: “el porcentaje de católicos en la población hispana está disminuyendo, mientras que un creciente número de hispanos dice ser protestante o no estar afiliado a ninguna religión”. Jessica Martínez, coautora de una encuesta sobre los cambios religiosos en el gran país del norte, daba estas cifras que otros sociólogos confirman: “un 55 por ciento de encuestados dijo que había dejado de creer en la religión que habían practicado desde niños”.

Según la citada encuesta, “los hispanos que han abandonado el catolicismo se han desplazado en dos direcciones: mientras que un sector ha optado por el protestantismo evangélico, otro, prácticamente de la misma proporción asegura haber abandonado la religión y se define como ateo o agnóstico”.

Ateos, no hay verdaderos ateos. Ya en el siglo XVII el filósofo y científico francés Blas Pascal decía que el incrédulo es el que más cree. En esta situación están los católicos hispanos que en Estados Unidos abandonan la fe. Dejan de creer en los dogmas de su iglesia, pero según los varios estudios realizados, uno de la prestigiosa emisora BBC, estos que dicen no creer en Dios afirman que creen en el mal de ojo, en que las maldiciones que algunos suelen pronunciar se cumplen, en que las personas pueden ser poseídas por espíritus malos.

Es la queja de Dios a través del profeta Jeremías: “dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas, que no detienen agua (Jeremías 2:13).

Los que afirman no creer en Dios están obligados a creer en Charles Darwin, en George Lemaitre y en Karl Marx. Con Darwin tienen que creer que descendemos “de un cuadrúpedo peludo, provisto de cola y de orejas aguzadas, de costumbres arbóreas”. Con Lemaitre, inventor de la teoría del Big-Bang, tienen que creer que el universo físico es consecuencia de una explosión a partir de “un huevo cósmico que liberó la energía”. Con Marx tienen que creer que en nuestro cuerpo no existe una naturaleza espiritual, sólo átomos materiales. “La simple materia -dice- es capaz de proporcionar el objeto de la percepción y del saber”.

La fuerza evangélica

En tanto que baja el número de católicos, sube el número de evangélicos hispanos en Estados Unidos. Un artículo en la prestigiosa revista “Times”, recogido por el Foro de Religión y Vida Pública del centro de investigación Pew en abril 2013, decía: “los latinos protestantes representan el segmento de mayor crecimiento entre los millones de estadounidenses que asisten a la Iglesia”.

El artículo en la revista “Times” añadía: “los latinos que se están convirtiendo al protestantismo se inclinan hacia la vertiente más evangélica por varias razones. La principal es que los latinos dicen que quieren conocer a Dios, pero sin sacerdotes o intermediarios”.

La Encuesta Nacional sobre Latinos y Religión realizada por el citado Pew Research Center, con sede en Washington, revela que en Estados Unidos viven hoy 26 millones de evangélicos hispanos. Estos cuentan con periódicos propios, revistas, emisoras de radio y televisión, centros culturales y grandes iglesias.

La llamada Roca de la Eternidad, en Maryland, tiene 700 miembros. La del pacto de la Nueva Vida, en Chicago, cuenta actualmente 17.000 miembros y en sus cuatro sedes lleva a cabo once servicios semanales. En Texas y California hay iglesias que superan los quinientos miembros.

Samuel Rodríguez, de la Conferencia Nacional Hispana de Liderazgo Cristiano ha dicho que “al igual que las primeras generaciones de inmigrantes de Europa, los latinos cristianos consideran el protestantismo como la ruta a una vida estadounidense más genuina y próspera”.

Mi experiencia personal

En esta serie de artículos sobre “Países y Culturas” me he referido a mi implicación con los evangélicos en cada uno de los países donde he viajado. Estados Unidos no es una excepción. Tampoco una improvisación. Mi relato es deliberado, decidí hacerlo cuando inicié la escritura.

Mi primer acercamiento a los evangélicos hispanos en Estados Unidos tuvo lugar en Nueva York. El año 1964 viví seis meses en la gran ciudad, desde junio a diciembre. Compartía apartamento en el Bronx con un líder cristiano de nacionalidad rusa, Miloslav Baloum. Antes de llegar yo, mucho antes, estuvieron en Nueva York dos grandes poetas españoles: Federico García Lorca y Juan Ramón Jiménez, Premio Nobel de Literatura en 1956. Lorca escribió allí el libro “Poeta en Nueva York” y Juan Ramón Jiménez “Diario de un poeta recién casado”.

Se ha dicho que Nueva York no es Estados Unidos. Es un mundo aparte. Es una creación humana fuerte, grande, multirracial, de majestuosos rascacielos, puerta de entrada a un país moderno y pujante. En un libro sobre la ciudad, el escritor francés Paul Morand emitió este juicio: “Nueva York es la primera ciudad judía del mundo, la segunda ciudad italiana, la tercera alemana, la única capital de Irlanda”. Ya puesto, pudo haber añadido que es también la capital de Puerto Rico.

Mi amigo Baloum, bien relacionado con medios de comunicación, me pidió que le acompañara a la sede de un periódico hispano que se editaba en Nueva York. Era amigo del director. Al saber que yo era periodista español residente entonces en Marruecos, ordenó a uno de sus redactores que me entrevistara. La entrevista fue larga. Muchas preguntas. Le hablé de los cinco libros que hasta entonces había escrito y mis trabajos en tres tomos sobre el Cantar de los Cantares que tenía en proyecto. Este anuncio dio origen a llamadas telefónicas diarias. Me pedían conferencias sobre el libro bíblico escrito por Salomón. Según el diario que en aquel tiempo escribía, y que conservo, en seis meses expliqué el Cantar de los Cantares en 51 centros religiosos. Yo no ponía precio a mis conferencias, pero siempre me las abonaban, en unos lugares más que en otros.

A lo largo de años he tratado de ser historiador de mi mismo. No yoista, no autobiográfico, sí contador lo más fiel posible de mis idas y venidas.

Desde la primera visita a Estados Unidos en 1964 a la última en 2016, he viajado al país que cruzaron Ponce de León y Hernando de Soto en el siglo XVI unas 140 veces a lo largo de 56 años. La ciudad más visitada ha sido Abilene, a unos 240 kilómetros de Dallas. En Dallas he pronunciado conferencias en centros hispanos nueve años, año tras año. Lo mismo he hecho en Fort Worth, al oeste de Dallas, en conferencias anuales interamericanas, a las que acudían de varias ciudades de México. Estas conferencias se transmitían en directo a través de una potente emisora local.

Sería largo mencionar todas las ciudades donde he presentado conferencias a evangélicos hispanos. Me limitaré a los estados. Tengo desplegado en mi mesa de trabajo un mapa de Estados Unidos grande y bien documentado. Desde la A a la V, es decir, desde Alabama a Vermont, cuento cincuenta estados. No se incluye Puerto Rico, considerado Estado libre asociado. Pues bien: de los cincuenta Estados he pronunciado conferencias a hispanos en veintisiete. También he hablado a centenares de jóvenes hispanos de segunda o tercera generación en las siguientes Universidades: Universidad Pepperdine, Los Ángeles, California, tres veces. Universidad Cristiana de Abilene, Texas, dos veces. Universidad David Lipscomb, Nashville, Tennessee, tres veces. Universidad Cristiana de Oklahoma. Universidad Freed-Hardeman, Henderson, Tennessee. Universidad de Harding, Searcy, Arkansas y Universidad Cristiana de Lubbock, Texas.