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La alegría de la Pascua

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Con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio

1. En este tiempo de Pascua queremos renovar en Cáritas nuestra alegría y nuestro compromiso. Reconocemos en Jesús Resucitado que nuestra historia tiene un profundo sentido: estamos todos llamados a vivir con esperanza activa cada día.

2. Celebramos profundamente de ese llamado, inspirándonos en estos días por la figura y el compromiso de Monseñor Angelelli y compañeros mártires riojanos que serán próximamente beatificados[1]. Sus testimonios nos desafían a vivir la alegría de la Pascua con un oído en el pueblo y otro en el Evangelio.

3. La Pascua es una invitación a la fe, a creer en Jesús que nos dice “que el Reino de Dios ya está presente en el mundo, y está desarrollándose aquí y allá, de diversas maneras: como el puñado de levadura, que fermenta una gran masa, y como la buena semilla que crece en medio de la cizaña, y siempre puede sorprendernos gratamente. Ahí está, viene otra vez, lucha por florecer de nuevo. La resurrección de Cristo provoca por todas partes gérmenes de ese mundo nuevo; y aunque se los corte, vuelven a surgir, porque la resurrección del Señor ya ha penetrado la trama oculta de esta historia, porque Jesús no ha resucitado en vano”[2]. Su rostro resucitado lo reconocemos en tantos hermanos y hermanas que diariamente cuidan la vida, acompañan a las familias, impulsan la participación y el compromiso comunitario y protegen la casa común de diversas maneras. Ese rostro se hace más transparente entre los más pobres, en las periferias, en los barrios populares y asentamientos, en medio de la marginación y el dolor, donde la creatividad y el trabajo reinventan modos de seguir adelante. Lo reconocemos en la solidaridad que brota de los corazones que ven en el otro un hermano. ¡No queremos quedarnos al margen de esa marcha de la esperanza viva!

4. Al mismo tiempo, la fe y la certeza futura nos compromete con el presente. Cuando ponemos nuestro oído en el pueblo, reconocemos el dolor y la angustia que viven un número cada vez mayor de hermanos que son sumergidos en la pobreza: transitan sus días con angustia y no logran tener el sustento mínimo. Nos duelen muchos rostros y gritos silenciosos:

  • los  de los que quedan sin trabajo,
  • el peregrinar de tantos hermanos buscando un plato de comida en comedores y merenderos,
  • la marginación de aquellos que quedan fuera de las posibilidades de tener tierra y techo y viven en situación de calle.

Nos entristece la situación de los niños y adolescentes que crecen en contexto de marginación y vulnerabilidad, de los jóvenes que están en situación de consumo problemático de sustancias, de los ancianos que no pueden transitar con dignidad los últimos años de su vida. En ellos, el rostro de Jesús crucificado se nos manifiesta y nos llama a buscar caminos de justicia. En palabras del Papa Francisco, “no puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que sí lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad”[3].

5. Vivir la alegría de la Pascua es, también, un llamado a poner en el centro de la organización social a las personas. Es necesario decir no a una cultura donde todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esa concepción, grandes masas de la población –en el mundo y en nuestra patria– se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar. A esto llamamos la cultura del «descarte». Necesitamos reconocer que la verdadera solidaridad nos salva de la tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada y de la acumulación egoísta de los bienes. Porque cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.

6. Que la celebración de la Pascua –en este momento difícil, de crisis– inspire en todos, pero especialmente en cada dirigente, la audacia y la urgencia para dialogar y definir caminos hacia el bien común, la justicia y la solidaridad. Nuestro sueño vuela alto: no hablamos sólo de asegurar a todos la comida, o un «decoroso sustento», sino de que todos tengan «prosperidad sin exceptuar bien alguno»[4]. Esto implica educación, acceso al cuidado de la salud y especialmente trabajo, porque en el trabajo libre, creativo, participativo y solidario, el ser humano expresa y acrecienta la dignidad de su vida. El salario justo permite el acceso adecuado a los demás bienes que están destinados al uso común[5].

Pidamos juntos a Santa María, la Madre del Resucitado, que nos acompañe y nos inspire a caminar detrás de las huellas de Jesús, y nos aliente a vivir empujados por su mismo Espíritu. ¡Feliz Pascua de Resurrección!

Cáritas Argentina – Comisión Nacional 
Buenos Aires, abril de 2019