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Auschwitz: que no muera la memoria

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«Yo la miraba, yo la observaba/ a esa niñita de dos años, a esa viejecita/ a esa abuelita. / Cien años de edad tenía esa nenita judía,/ su serenidad, su enorme pena./ Lo que su abuela no había visto en sueños siquiera/ lo había visto en la realidad esta pequeña». El poeta Itjok Katzenelson refleja aquí todo el terrible sufrimiento de una niña durante el Holocausto.Las Naciones Unidas han elegido el 27 de enero para recordar a las víctimas del Holocausto. Este día, hace 76 años, las tropas rusas entraron en Auschwitz y el mundo pudo empezar a conocer el más terrible campo de la muerte en la historia humana. Unos pocos sobrevivientes recibieron a los salvadores. No se había podido cumplir totalmente el vaticinio de los masacradores: «De aquí solo se sale por las chimeneas».En Auschwitz-Birkenau fueron asesinadas por lo menos 1.100.000 personas, desde bebés hasta ancianos, en su gran mayoría judíos; también discapacitados, gitanos, homosexuales, testigos de Jehová, patriotas polacos y comunistas. A las víctimas no solo se les querían quitar los derechos humanos, sino que también se las quería despojar del derecho a «ser» humanos.Auschwitz fue solamente un engranaje, entre muchos otros, en el proyecto de eliminación total del pueblo judío. Esto es lo que históricamente se ha conocido como Holocausto (del griego: «todo quemado»); que ahora prefiere llamarse Shoá (del hebreo: destrucción, catástrofe, devastación).El papa Benedicto XVI lo calificó como «una vergüenza indeleble en la historia de la humanidad». Para Reyes Mate: «La humanidad alcanza el más alto grado de inhumanidad». Norberto Bobbio lo consideró «el acontecimiento más monstruoso de la historia. pero no fue realizado por monstruos de otros planetas, fue hecho por hombres y mujeres comunes». En nuestra opinión, debió decir «hombres y mujeres ilustrados» y que, además, contaron con la indiferencia de millones.Los que decidieron y ejecutaron tamaña matanza fueron hombres con estudios superiores. En la conferencia de Wannsee que decidió el Holocausto (en apenas 85 minutos), ocho de los catorce invitados eran graduados universitarios. Dos tercios de comandantes de los Einsatzgruppen (grupos de tareas móviles) que llevaron a cabo la masacre -mediante fusilamientos a sangre fría de más de un millón de judíos en la ex-Unión Soviética- tenían estudios superiores, y un tercio de ellos habían cursado doctorados. Del Holocausto debemos aprender cuánto daño puede hacer el conocimiento técnico prescindente de valores morales.Sostiene Ian Kershaw que «el camino que va a Auschwitz se construyó con el odio, pero se pavimentó con la indiferencia». Al respecto, el historiador Yehuda Bauer enunció tres nuevos mandamientos luego del Holocausto: «No serás una víctima. No serás un perpetrador. No serás un espectador».En nuestros días, durante la pandemia, han resurgido grupos ultrarracistas y fanáticos, por lo cual tenemos el deber de mantener una alerta continua.Agrega el sobreviviente Elie Wiesel: «Hemos aprendido algunas lecciones; todos somos responsables; la indiferencia es un pecado y merece un castigo». El mandamiento actual y futuro es educar para la convivencia y no ser indiferente ante ningún proyecto genocida.La última muerte que puede generar el Holocausto es la muerte de la memoria.ßPresidente del Centro de Investigación y Difusión de la Cultura Sefardí (Cidicsef). Por: Mario Eduardo Cohen, para La Nacion