El día primero del mes hebreo de Tishrei recuerda la aparición del primer hombre, Adán, en el sexto día de la Creación.
También es Yom Hadin, durante el cual D-os evalúa a todas Sus criaturas, si bien su veredicto recién se rubrica con la culminación de Yom Kipur.
Por ello, el arrepentimiento por los pecados y malas acciones o decisiones son una constante desde el mes anterior, Elul, cuando se comienza el Jeshbón Hanéfesh (balance espiritual) y se recitan las Selijot (disculpas).
Además, como en todo año nuevo, se expresan plegarias y deseos para un mejor año y se saluda de diversas formas, pero con el mismo fin: ¡Shaná tová! (Buen año), ¡Shaná Tová Umetuká! (Un año bueno y dulce) o ¡Leshaná Tová Tikatevu Vetejatemu! (Por un buen año, en el que seamos inscriptos y rubricados en el Libro de la Vida), entre otros.
Esta festividad también se denomina Yom Truá, el día del toque del Shofar durante el servicio religioso, y los 29 días previos, que es un llamado a la humildad, la reflexión y el arrepentimiento.
Otra costumbre es la familiar cena festiva, que incluye el encendido de las velas de Yom Tov, previo al comienzo de Rosh Hashaná, y símbolos culinarios como la Jalá Agulá, la cabeza de pescado, manzana con miel y postres dulces. El pescado también se come en forma de guefilte fish.
Las familias sefaradíes agregan dátiles, acelga y/o puerro, para espantar a los enemigos; zapallo, para anular malos designios; y porotos o granadas, para que se multipliquen los méritos.
Por el contrario, hay que abstenerse de las comidas agrias o amargas.
En la tarde del primer día se acostumbra ir a una fuente de agua natural, como un lago, río o mar, para realizar el Tashlij, que simboliza el deshacerse de todos los pecados.
Rosh Hashaná integra, con Yom Kipur, los Yamim Noraim, “días terribles” por la seriedad y rigor del juicio divino, y los 10 días entre uno y otro son los Aséret Yemei Teshuvá.