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Razones legales para ayudar a los ilegales

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Mark Chavez, Unsplash

“…cuando tuve que salir de mi país, ustedes me recibieron en su casa.”

Mt. 25:35 (TLA)

Para los que tenemos la oportunidad de ayudar en medio de las crisis sociales de nuestras comunidades, vale la pena preguntarnos ¿de qué lado estoy?

Del 29 de abril al 26 de mayo de 2019, la oficina de ICE, (U.S. Immigration and Customs Enforcement), liberó solo en El Paso Texas, 22,859 personas que entraron al país ilegalmente. Pronto tendrán que presentarse ante un juez que defina su situación migratoria.

Todos los días llegan en busca de refugio, vienen de países como Guatemala, El Salvador, Honduras, Venezuela y Cuba. Están huyendo de la injusticia social, el abandono de los gobiernos, de la pobreza que ya no puede ser mas extrema, de la violencia que cada vez cobra mas vidas, del narcotráfico, del hambre, de la desesperanza.

Según la ONU, durante el año 2017, se presentaron 1,7 millones de nuevas solicitudes de asilo. De estas, con 331.700 peticiones, Estados Unidos fue el mayor receptor del mundo de nuevas solicitudes individuales, seguido de Alemania (198.300), Italia (126.500) y Turquía (126.100).

Esta tendencia está aumentando en todo el mundo, dejar la patria para buscar una mejor vida. ¿Cómo debe responder la iglesia evangélica a esta crisis?

El capítulo 25 del Evangelio de Mateo nos ofrece respuesta en diferentes direcciones, por ejemplo, hay quienes dicen que la expresión “mis hermanos” del verso 45 se refiere a los judíos, otros dicen que el contexto esta dado para explicar cómo les irá a las naciones en el juicio final por el trato que hayan dado a Israel.

La intención de este escrito es más bien práctica que teológica según lo narrado en el capítulo 25 de Mateo versos 31 al 46.

Primera razón es debido al futuro que nos esperano hay duda que el texto habla de un momento al final de los tiempos en el que el Hijo del hombre se manifestará en toda su gloria. No habrá oportunidad de escoger un lugar a la derecha (posición para la bendición), o izquierda (posición para la maldición), tampoco de justificarse (no soy cabra), y mucho menos de actuar en favor del futuro nuestro.

Sentarse en un trono nos da la idea del inicio de algo que no se ha hecho antes, el Hijo del hombre se sentará en su trono y comenzará un juicio que está planeado desde antes de la fundación del mundo y el tiempo.

Los pastores en la antigüedad separaban las ovejas de las cabras por diversas razones, las ovejas eran más valiosas y por la noche preferían dormir de pie al aire libre mientras que las cabras necesitaban ser cobijadas y además tenían menor valor, las cabras suelen ser agresivas y pueden pastar en terrenos escabrosos, inclusive pueden provocar algunos daños al terreno.

Las ovejas son el rebaño del buen pastor, el buen pastor su vida da por las ovejas, las cabras no cuentan con este beneficio. En algunos casos las cabras llegaron a ser asociadas con maldad. En realidad, nuestra posición para el día final se define en el tiempo presente, ambos animales de pastoreo son considerados limpios en el Antiguo Testamento, pero a la derecha están los que el Padre ya ha bendecido.

Una segunda razón es por la necesidad que existe, la migración no es un fenómeno de la actualidad, al leer el texto bíblico descubrimos que la necesidad de buscar alimentos y lugares donde vivir en medio de conflictos sociales muy semejantes a los nuestros, es tan antigua como el hombre mismo. En los albores de la creación, el plan de Dios fue que el hombre poblara la tierra y la administrara como familia, no sabemos el tiempo que pasó para que los planes cambiaran.

Los pobladores se concentraron en una sola área, Sinar, tierra de Babilonia, y comenzaron a edificar un lugar donde concentrarse y construir un monumento al orgullo humano. Dios los confundió de la misma manera que se mezclan en una licuadora dos o mas elementos de modo que ya no es posible identificarlos. Se dispersaron, su plan se desbarató y se unieron en diferentes territorios en toda la tierra, posiblemente desde entonces el hombre mantiene el ideal de construir un monumento a su orgullo.

Venezuela, entre todos los gobiernos del mundo, es un buen ejemplo de lo que un hombre es capaz de hacer con tal de edificar su torre, sus más oscuras intenciones son los materiales con los que construye. Las personas no abandonan su tierra por placer, posiblemente siga siendo consecuencia de aquella maldición que nosotros sentimos cierto malestar al observar los que llegan para “invadir” lo que consideramos nuestro territorio, pero ellos sentirían lo mismo con respecto a nosotros si llegáramos a sus comunidades con la intención de buscar una mejor vida.

Una tercera razón es el valor que los seres humanos tienen. Resulta inconcebible la escena de un hombre sentado en su trono de gloria, rodeado de servidores que han estado a su lado desde la eternidad, con sus ropas majestuosas que ni la mente más brillante podría describir, diciendo: “estuve en la cárcel por delitos que no cometí, tuve hambre, anduve andrajoso con ropas sucias y mal olientes, tuve que huir de mi casa porque no hubo quien me defendiera del enemigo, viví de la caridad de otros, rogué por un poco de agua para mi sed, me enfermé y no encontré atención médica, caminé hasta que no podía ni con mis zapatos, pero en el momento de la crisis, ustedes, las ovejas, los de la mano derecha me ayudaron en todas estas necesidades”. El rey en el trono eleva a los seres humanos al decir Lo que ustedes hicieron para ayudar a una de las personas menos importantes de este mundo, a quienes yo considero como hermanos, es como si lo hubieran hecho para mí.” (Mt. 25:40 TLA).

Para los que tenemos la oportunidad de ayudar en medio de las crisis sociales de nuestras comunidades, vale la pena preguntarnos ¿De qué lado estoy hoy?

Si me toca ser de los que en su sufrimiento necesitan ayuda, independientemente de mi necesidad, cuento con el valor y los cuidados que Dios le da a mi alma.