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La historia de Ludmila: la vida después de un trasplante

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Tiene 4 años y vive una vida feliz junto a su familia, pero ni en los peores momentos perdió la sonrisa. En el jardín, suele compartir sus vivencias con compañeros y maestras.

Ludmila Gaure tiene 4 años pero ya atravesó varias barreras que la vida le impuso en el camino. Le diagnosticaron “atresia biliar”, un problema hepático crónico descubierto a poco de nacer que ocurre cuando las vías biliares -que ayudan a eliminar los desechos del hígado- no se desarrollan de manera normal y aparece una coloración amarillenta en la piel por un aumento de bilirrubina en sangre. La enfermedad, que tiene 1 de cada 9.000 bebes es congénita y por ahora no tiene explicación científica.

A partir del diagnóstico, comenzó una verdadera odisea. Con dos meses de vida tuvo su primera cirugía, ya que al no haber vías biliares la bilis que el hígado producía no tenía conductos por los que circular. Como la intervención no funcionó, el 11 de septiembre de 2013 le trasplantaron el hígado de Ricardo, su papá, en el Hospital Gutierrez, Buenos Aires.

Allí permaneció internada cuatro meses por varios conflictos posteriores a la operación, entre ellos la aparición de una bacteria llamada klebsiella, que genera enfermedades infecciosas y en muchos casos puede ser mortal. Pero ese obstáculo también fue superado y recibió el alta con el compromiso de controlarse primero cada semana y luego mensualmente. Su recuperación fue tan asombrosa que de 26 medicamentos pasó a tomar solamente dos.

En la actualidad, ya no los necesita. Según sus medicos, es uno de los pocos casos en los que un paciente puede vivir sin los remedios que todos los trasplantados toman de por vida. Tras recuperarse, todo siguió normalmente hasta que en julio del año pasado la sorprendió un virus respiratorio que la dejó al borde de la muerte. “Fue el peor momento de mi vida, era entrar a verla cada día a terapia intensiva para despedirme”, explicó Yanina, la mamá de Ludmila.

En pocas horas, el virus provocó una grave neumonía, y si bien pudieron reanimarla ya los médicos no tenían nada más para hacer debido a una hemorragia interna, y al mal funcionamiento de sus órganos vitales. Su corazón seguia latiendo, pero parecía que se iba a apagar y una vez más pudo sobreponerse.

Por fortuna, no quedaron secuelas en su cuerpo. “Al darnos el alta nos dijeron que le iba a llevar meses volver a caminar y que podría tener por delante un año de recuperación. Pero en el siguiente control médico, a la semana, fue caminando a darle un beso a su doctora”, contó la madre.

Hoy, Ludmi -como todos la llaman- tiene una vida normal, va al jardín, se divierte y juega con sus compañeros. “Ella ahora es feliz con el hígado de su papá y le muestra su cicatriz a sus amigos y maestras para hacerles ver lo valiente que es”, concluyó.

Fuente: misionesonline.net./ Compartida por :Fundación Continuar Vida