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Voces del compromiso y la solidaridad

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La preparación y el lanzamiento de nuestra Campaña de 2017 –El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida– supusieron un gran esfuerzo para los equipos de las Delegaciones y los Servicios Centrales de Manos Unidas. Pero también fueron momentos que nos demostraron, una vez más, que lo que hacemos merece la pena.

Uno de ellos fue el encuentro que tuvo lugar con decenas de misioneros y compañeros de las organizaciones locales con las que trabajamos en el Sur. Por unos días, hicieron un breve paréntesis en su labor cotidiana y vinieron hasta aquí para acompañarnos y fortalecer el lanzamiento de la Campaña, así como para hacernos llegar la importancia de nuestro trabajo compartido. Durante su estancia visitaron las Delegaciones, hablaron con los medios de comunicación, ofrecieron charlas y consiguieron con sus palabras que nos pusiéramos en la piel de tantas personas y comunidades que luchan contra la pobreza y la exclusión.

Faltaría espacio para reseñar, siquiera mínimamente, todo lo que aprendimos de tantos misioneros, pero valgan los siguientes testimonios como una pequeña muestra de sus palabras y experiencias… ¡Muchas gracias!

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En los últimos 6 años han muerto más de cinco mil menores de cinco años por desnutrición. En su memoria nos comprometemos a proteger a los que quedaron vivos y a los que van a nacer.

Hasta los desiertos de la Guajira ha llegado la solidaridad de Manos Unidas para sembrar esperanzas, haciendo seguimiento nutricional niño a niño y familia por familia. Hoy decimos de corazón que no necesitamos comida, sino gente comprometida, menos individualista, menos consumista, menos contaminadora, menos depredadora y por eso estoy aquí sumándome a la Campaña de Manos Unidas. Vengo a decirles que su trabajo vale la pena, que su esfuerzo tiene rostros concretos y que el manejo transparente de los recursos que hace Manos Unidas es un ejemplo edificante en medio de la indiferencia, la desconfianza y la corrupción.

Ruth Chaparro – Fundación Caminos de Identidad (Colombia)

Eugenio López Foto Justo López

Ya son muchas personas las convencidas de la urgencia de distribuir la comida con criterios de justicia social. Incluso hay quien va llevando su vida a criterios de austeridad; pero la tarea no ha hecho más que comenzar…

Tras 16 años en Mozambique, sigo convencido de que merece la pena dar de comer, pero sobre todo ayudar a producir alimentos, formar a las personas para ello. Nuestra escuela, apoyada por Manos Unidas, nació en 2007 con 160 alumnos y hoy cuenta con 1.200. Ya han salido 500 profesionales técnicos agrarios. Y ahora el Estado nos pide que formemos también a contables, secretarios y técnicos de laboratorio y de construcción.

Eugenio López – Misionero Paúl – Escuela de Agricultura de Nacuxa (Mozambique)

Gloria Inés González

El terremoto de 2010 me marcó. En cuestión de segundos, te quedas sin nada… Entonces, decidimos construir una clínica pediátrica, una casa de acogida y un jardín de infancia, para mejorar la salud y la educación de niños de las familias afectadas. Porque los niños son la población más abandonada, vulnerable y desprotegida…

Ayudamos a reconstruir infraestructuras pero, sobre todo, a reconstruir vidas. Y en esta labor contamos con los propios haitianos como brazo derecho, con voluntarios extranjeros como brazo izquierdo y con mi congregación como el corazón. Nosotras estamos en terreno y hay gente que apoya desde otro ámbito, como Manos Unidas y todos los españoles que colaboran económicamente.

Gloria Inés González – Religiosa de las Hnas. Dominicas de la Presentación (Haití)

Juan Ángel Artiles - Foto Misioneros Claretianos

El sistema económico favorece la desigualdad y lleva a poblaciones enteras «al borde de la extinción». Con este panorama, una opción realista -y disculpen mi osadía- es que reduzcamos nuestro nivel de consumo y de acumulación para hacer posible a nivel personal y familiar la creación de una red de trasvase de esa riqueza a los que están 198 escalones por debajo.

La falta de recursos humanos, de profesores, y la carencia de infraestructuras básicas -carreteras, escuelas, electricidad…- son una losa muy pesada que los jóvenes soportan y de la que son víctimas inocentes. Por eso abrimos una escuela de formación profesional. Para que el pasado no condene el futuro de una generación de jóvenes timorenses.

Llevo poco tiempo colaborando con Manos Unidas pero he visto que hacen un esfuerzo por comprender la situación que vivimos y las dificultades que encontramos para desarrollar los proyectos y esto es vital a la hora de sacarlos adelante.

Juan Ángel Artiles – Misioneros Claretianos – Centro de Formación Profesional Padre Claret (Timor Oriental)

Lola Pérez - Foto Hijas del Calvario

En Zimbabue me enseñaron su lengua pero, sobre todo, los valores de solidaridad, acogida y el dar aunque no tengas. Recuerdo a una mujer que me dio los dos huevos que tenía. Llegué a mi casa llorando. No le puedes decir que no… Te los dan de corazón.

Ahora me dedico a formar a nuestras monjas y a coordinar proyectos, pero durante muchos años me dediqué a la sanidad en el hospital Karyangwe, donde pasé la mayor parte de mi vida. Allí atendí muchos casos de malaria y de lepra. Salieron adelante, en gran parte, gracias a la financiación del hospital por parte de Manos Unidas, que es casi como mi segunda casa.

Hoy aún hay gente que come una vez al día… Es vital la ayuda para el desarrollo. Y Manos Unidas realiza sus proyectos sin mirar raza, color ni religión. Lo importante son las personas.

Lola Pérez – Misionera de la congregación de las Hijas del Calvario (Zimbabue)

Jaime Absalón - Foto Corporación Claretiana

En el Resguardo de Caño Mochuelo tenemos un proyecto financiado por Manos Unidas que apoya a las comunidades indígenas en la soberanía alimentaria y el fortalecimiento organizativo para que puedan defender sus derechos.

Gracias al proyecto las comunidades cultivan ya varios productos de forma autónoma. Pero esta autonomía sigue ligada al derecho de los pobladores a la tierra, a que no sea invadida por intereses multinacionales o nacionales, a que se respete su cultura y que no sufran ningún acto de violencia.

Los indígenas de esta región tienen una práctica llamada wakena: cuando traen la comida la comparten en una fiesta; están felices. Celebran el propio compartir, la alegría del compartir. Podríamos aprender mucho de la wakena… Sería una buena senda para acabar con la codicia y la violencia en Colombia.

Jaime Absalón León – Corporación Claretiana Norman Pérez Bello (Colombia)

Juan Rey Catacora - Foto CEDER

El Perú rural del altiplano necesita aún de manos solidarias. En este contexto se da la diaria lucha de instituciones y personas que en busca de su propio futuro encontraron una oportunidad de aprendizaje y se embarcaron en la aventura del desarrollo.

Manos Unidas es una de esas instituciones cuyo compromiso con la erradicación del hambre está vigente y ha decidido mantener su presencia en la región para desplegar su solidaridad con hombres y mujeres de todas las edades. De esta manera, el pueblo español visita las planicies altiplánicas; se pone al lado de los campesinos para construir juntos el futuro añorado y sacarle a la tierra la savia que da vida y, de esta manera, mirar un horizonte de esperanzas y realidades diferentes.

Juan Rey Catacora – Centro de Estudios para el Desarrollo Regional (Perú)