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Una elección de vida o muerte en Corea del Norte

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Cuando tenía doce años, accidentalmente encontré una Biblia que mis padres habían escondido en su armario". Kim Sang-Hwa

Conoce la historia de Kim Sang-Hwa, una adolescente que descubrió la biblia secreta de sus padres y tuvo que tomar una decisión peligrosa: traicionar a su país o a sus padres

Pocos países en el mundo implementaron el verdadero concepto de “reino”, donde el gobernador ejerce total control sobre todos los aspectos de la vida de su pueblo. Sin embargo, en Corea del Norte, esta ideología es demasiado real y brutal. El país es administrado de forma cruel y totalitaria. Bajo el actual gobierno de Kim Jong Un, Corea del Norte ha intentado acabar con toda libertad de expresión, religión e incluso de pensamiento contrario al régimen impuesto por su líder supremo. 

No obstante, hay otro reino avanzando en Corea del Norte, y es uno que la familia Kim no ha sido capaz de derrocar.

«Cuando tenía doce años, accidentalmente encontré una Biblia que mis padres habían escondido en su armario. No sé por qué, pero empecé a buscar dentro del armario y encontré un libro y comencé a leerlo».

Esta es la historia de Kim Sang-Hwa*. Una joven criada para pensar diferente de lo que el régimen de Kim obliga. Es la historia de una búsqueda de la libertad. Lo más importante es que es la historia de otro reino que está funcionando en las profundidades de Corea del Norte.

Kim Sang-Hwa* en sus propias palabras:

“Vengo de una familia cristiana, aunque durante mucho tiempo ni siquiera sabía que mis padres eran creyentes. Como tantas familias cristianas, nuestra familia fue desterrada en la década de 1950 a un pueblo remoto. Continuaron ocultando su fe del mundo exterior, pero recuerdo que me desperté una noche cuando tenía seis años. Nuestra casa era muy pequeña, así que todos dormimos en la misma habitación. Cuando abrí los ojos, vi a mi padre y a mi madre debajo de la manta, y pude oír el suave ruido de la radio. Muchos años después, supe que estaban escuchando una transmisión de una estación de radio cristiana.

Mi descubrimiento podría costarme la vida. Tenía miedo de tocar la Biblia, pero no podía dejarla ahí. Pensé, ahora estamos todos muertos. Cerré los ojos, recogí el libro y lo devolví. 

Pesé mis opciones. ¿Debo decírselo a mi profesor? ¿Debo avisar para algún oficial de seguridad nacional? Durante quince días no pude pensar en otra cosa. Sabía que era mi deber denunciar este libro ilegal. Pero era mi familia la que estaba involucrada. Al mismo tiempo dos preguntas resonaban en mi mente: ¿Quién es este Dios? ¿Qué es todo esto?

Finalmente, tuve las agallas de preguntarle a mi padre. Él estaba muy sorprendido y se sentó a mi lado. Y apuntando al horizonte, me preguntó: ¿Ves esos árboles viejos?, ¿Sabes quién los creó? Dije que no lo sabía y me explicó la historia de la creación, incluyendo cómo Dios creó a Adán y Eva.

Mi madre me enseñó a memorizar versículos bíblicos y a orar. Las historias que mis padres compartían eran tan interesantes, que comencé a leer la Biblia por mí misma. Pero, me di cuenta de que era peligroso. Mi padre siempre enfatizaba no compartir nada con nadie más. Por ello, orábamos en susurros, casi inaudibles. Padre, ayuda al pueblo norcoreano a buscar tu reino primero.”

La provisión de Dios 

Desde 2002, Corea del Norte ocupa el primer lugar en la Lista Mundial de la Persecución. Ser descubierto como cristiano es motivo de sentencia de muerte.(Foto representativa)

“Los años pasaron y conocí a mi esposo. Comenzamos una vida juntos, pero, poco a poco, nos decepcionamos y nos volvimos más descontentos con el sistema norcoreano. De cada tres personas, al menos una de ellas era una espía. Nunca podíamos hacer nada con libertad. Siempre seguíamos lo que las autoridades nos obligan. La desigualdad social también os afectó fuertemente. Debido a nuestra riqueza, que se obtuvo a través de la profesión de mi padre y de nuestros parientes en China, fuimos etiquetados como «seguidores del capitalismo» y pasamos a ser vigilados constantemente. Temerosos por la seguridad de nuestra familia, huimos del país.

Una noche a principios de la década de 2000, cruzamos el río fronterizo hasta llegar a China. No fue difícil encontrar refugio y trabajo allí ya que era la temporada de agricultura.

Pero la vida era dura. Sufrimos mucho. Ese primer año en China fue probablemente el más difícil, pero también hubo cosas buenas. En algún momento, los cristianos chinos nos cuidaron y mi esposo también dio su vida a Jesús. En todo momento, pude ver la mano de Dios nos sustentando y supliendo nuestras necesidades.”

«Ojalá pudiera volver…»

Años más tarde llegamos a Corea del Sur, que es donde ahora vivimos actualmente. Sin embargo, mis sueños y esperanzas no han cambiado mucho desde que dejé Corea del Norte hace tantos años. Hay mucha más libertad aquí en el Sur, pero me gustaría poder volver a Corea del Norte y compartir el Evangelio con la gente allí y tener comunión con los creyentes locales. Me encanta la fe que tienen. Ellos están listos para morir por el Evangelio. Creo que, si no tuviera una familia aquí en Corea del Sur, ya habría regresado y ayudaría a la gente más necesitada.

Mi padre siempre enseño a buscar el Reino de Dios primero. Y esa siempre será mi oración. Esto es por lo que oro cada mañana cuando me arrodillo ante el mapa de Corea del Norte en el suelo de mi casa y oro por mis hermanos y hermanas allí. Pero, algunas veces me estoy desanimada. Siento lo mismo que muchos creyentes de todo el mundo donde parece que nada está cambiando en Corea del Norte.

Cuando oro, a menudo le pregunto a Dios: ‘¿Cuál es tu propósito? ¿Por qué quieres que siga orando por Corea del Norte?’ Y Dios me recuerda: «Tú conoces a Corea del Norte mejor que nadie. Conoces a tu gente y su sufrimiento. Si no oras, ¿quién lo hará? Confía en mí. Cree en mí.»

“Oí una potente voz que provenía del trono y decía: “¡Aquí, entre los seres humanos, está la morada de Dios! Él acampará en medio de ellos, y ellos serán su pueblo; Dios mismo estará con ellos y será su Dios. Él les enjugará toda lágrima de los ojos. Ya no habrá muerte, ni llanto, ni lamento ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de existir. El que estaba sentado en el trono dijo: «¡Yo hago nuevas todas las cosas!” Apocalipsis 21:3-5 

Ayuda a Cristianos Refugiados en China

Así como Kim Sang-Hwa, existen miles de cristianos en situaciones extremas, que arriesgan sus propias vidas para que otros conozcan a Cristo. Tú puedes ser instrumento de Dios en su vida. ¡Haz una donación y permite que ellos reciban el alimento espiritual y físico que tanto necesitan!