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Vacunas y desigualdad

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La auténtica vacuna contra la crisis

Una palabra define nuestro tiempo: «CRISIS». Crisis social, sanitaria, medioambiental, económica, de valores.

En esta crisis luchamos contra un virus que enferma el cuerpo y contra un virus mucho más difícil de vencer: el egoísmo que nos decanta por el sálvese quien pueda, sin fijarnos en todas aquellas personas que quedan en los márgenes, descartables y necesitadas de la solidaridad.

El desigual reparto de las riquezas, el acaparamiento de los bienes por parte de una minoría y el predominio del mercado sobre gobiernos y leyes, impiden el cumplimiento del derecho a la salud a través del fortalecimiento de unos servicios públicos de acceso universal. Esta situación es crítica en los países empobrecidos, donde no cuentan con las condiciones básicas para protegerse, ni con los recursos para enfrentar las crisis sanitarias, ambientales, sociales o económicas.

Lejos de ser consideradas como un derecho y un bien común, las vacunas han desatado una carrera enloquecida en la que priman los beneficios frente a la salud de los que no pueden pagar o pueden pagar menos. Usar las vacunas de manera privativa, sin tratar de inmunizar en primer lugar a las personas más vulnerables, es inaceptable. No podemos buscar la seguridad individual ni de los países ricos, porque cada persona estará segura solo cuando toda la humanidad lo esté.

Superar el «nacionalismo de las vacunas»

Hoy la solidaridad debe encontrar su significado más profundo y superar la lógica del «nacionalismo de las vacunas» en favor de acuerdos internacionales que faciliten el acceso universal y la supresión, al menos temporal, de las patentes. Porque el mercado no puede «gestionar derechos»; este reto y esta emergencia mundial implica que los principales criterios de actuación sean la justicia, la solidaridad y la inclusión.

La propia Comisión Vaticana COVID-19 insiste en la necesidad de vacunar a las personas más vulnerables en todos los países y no a todas en ciertos países, para evitar compras masivas en los países ricos que provoquen la demora en el acceso de los países con menos recursos, tal como está ocurriendo según nos informan las organizaciones con las que trabaja Manos Unidas en África, Asia y América Latina.

Vacunas y desigualdad - Foto Manos UnidasLa comunidad internacional, los gobiernos nacionales, las instituciones públicas y privadas y la sociedad civil llevamos meses reclamando una nueva normalidad. Si ha de ser nueva, no debe repetir los graves errores del pasado: unas relaciones sociales caracterizadas por el egoísmo, un consumismo exacerbado, un maltrato a la naturaleza sin precedentes y una producción explotadora basada en las energías no renovables, contaminantes y aceleradoras del cambio climático y sus nefastas consecuencias, sobre todo para los más pobres.

Las crisis ambientales y las pandemias, junto al inmovilismo de los actores sociales y políticos, reflejan una humanidad herida que necesita ser curada. El camino a la recuperación debe pasar por la defensa de los derechos humanos.

Si hay que volver a empezar, no puede ser desde otro lugar que desde los últimos. Ellos deben orientar nuestra mirada y promover nuestra solidaridad.

Publicado originalmente en ABC, este artículo de María José Hernando nos incita a superar el «nacionalismo de las vacunas».