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El barco de rescate llega a Europa: ¿y ahora qué?

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La alegría se desata cuando se avista la costa italiana (© Anna Surinyach).

RESCATES EN EL MEDITERRÁNEO:

Dentro de nuestra campaña #seguirconvida, hemos querido acercarte la realidad de las personas a las que ayudas. Hoy te contamos nuestra última crónica del año.

En ella, recordamos momentos previos a que nuestro barco de rescate Dignity I atracara en Sicilia. «¡Italia, Italia, Italia!», gritaban todos los rescatados en alta mar. Fue un momento de alegría.

Cuando nos acercábamos a la costa, apareció un crucero turístico. Para unos, el mar es el lugar para disfrutar de las vacaciones; para otros, es la trampa a sortear para #seguirconvida. Una paradoja de nuestro tiempo.

Aquel día, 451 personas llegaron a Italia pero, ¿qué les depara ahora Europa? Te invitamos a conocer su futuro incierto en esta crónica.

Desembarque

Tras casi dos días de navegación, el Dignity se acerca a Italia con 451 personas a bordo: al puerto de Mesina, en la isla de Sicilia. Mientras cruzamos el estrecho, las mujeres empiezan a cantar. Arriba, en cubierta, se oyen palmas. “¡Bosa! ¡Bosa! (¡Victoria! ¡Victoria!)”. El barco ya se acerca a su destino y debe izar la bandera del país. Uno de los oficiales bromea:

—¿Pongo la de Libia?

—¡Noooo! ¡Italia! ¡Italia! ¡Italia! —gritan todos.

Atrás quedan Libia, el salvamento y la travesía de casi dos días a bordo del Dignity. La agitación se apodera de los rescatados. Al llegar a puerto, se produce una escena insólita, una metáfora de las contradicciones de Europa y el Mediterráneo, una imagen de nuestro tiempo. En el puerto hay atracado un enorme crucero francés. Los rescatados saludan con emoción. La mayoría de los turistas los observan con indiferencia o se van a otro lugar del crucero, pero algunos devuelven el saludo. El Dignity atraca justo al lado. Para unos, el mar es el lugar para disfrutar de las vacaciones; para otros, es la trampa que deben sortear para seguir con vida.

Al llegar a puerto, las autoridades italianas inspeccionan el barco. Suben médicos del Ministerio de Sanidad. Suben fiscales. En tierra, mucha gente los está esperando: periodistas, voluntarios, policías. En brazos de su padre, la pequeña Lamar, de 10 meses, mira atónita las tiendas de campaña, los autobuses, las cámaras.

Con solo 10 meses, Lamar ha sobrevivido a un rescate. Ya está en Italia (© Anna Surinyach).

De forma paulatina, todos van descendiendo. El Dignity, lleno de vida durante dos días, se queda huérfano. Desangelado. Las autoridades italianas registran a todos los rescatados y los trasladan a centros de detención. Empieza ahora otra vida para estas personas. Están en Europa, pero bajo custodia. Algunos son trasladados a otros puntos de la isla o del país. El sistema de recepción italiano tiene problemas y falta de recursos para dar la asistencia adecuada —humanitaria, legal— a estos supervivientes.

Llegada. El Dignity, atracado en el puerto siciliano de Mesina (© Anna Surinyach).

Mohamed no se separa de su hija. No importa el calor: la niña sigue jugando. No ha parado de sonreír en toda la travesía pese a la incomodidad del viaje. Pide irse en brazos de todo el mundo.

Ahora está en tierra firme. Europa no salvó su vida. Tuvo que hacerlo una ONG. ¿Qué trato le darán ahora?