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La catedral y el castillo de Jaén iluminados de rojo por los cristianos perseguidos

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 En un acto organizado por la diócesis y la delegación jienense de Ayuda a la Iglesia Necesitada

ACN.- La plaza de Santa María se sumía en la oscuridad más absoluta, a las nueve menos cuarto de la noche el pasado sábado 24 de febrero. Como única luz, el símbolo de los cristianos, una gran cruz, descolgada desde el balcón principal, teñida de rojo, en recuerdo y homenaje a los que mueren por su defensa de Cristo. En ella, congregados por la Diócesis y la delegación en Jaén de la Fundación Pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN)se habían dado cita más de ciento cincuenta personas que quería unirse al momento de oración, reflexión y homenaje a los que sufren persecución a causa de su fe.

Jaén se unía, de este modo, a la iniciativa de la Fundación Pontificia que iluminaba, en la jornada de ayer, edificios tan emblemáticos como el Coliseo de Roma, la Catedral de Alepo en Siria o la Iglesia de San Pablo en Mosul, Irak. También se iluminó de rojo el Castillo de Santa Catalina, de Jaén, durante toda la noche.

Con este acto se pretendía, en primer lugar, hacer visible una realidad terrible que, desgraciadamente, sufren los cristianos en muchos lugares del mundo, en los que defender su creencias les puede costar la vida; y por otro, pedir por ellos, ya que el poder de la oración, une, sana y llega a Dios.

Fachada de la catedral de Jaén iluminada de rojo. (Foto: Diócesis de Jaén)

La oración comenzó con las palabras del Papa Francisco, pronunciadas por el delegado en Jaén de Ayuda a la Iglesia NecesitadaD. Juan Carlos Escobedo. «Cuando oigo que tantos cristianos en el mundo están sufriendo, ¿soy indiferente, o es como si sufriera uno de mi familia? Cuando pienso u oigo decir que muchos cristianos son perseguidos y hasta dan la vida por su fe, ¿esto toca mi corazón, o no me llega? ¿Cuántos de ustedes están orando por los cristianos perseguidos?».

A continuación, con la mirada puesta en la cruz, iluminada de rojo, se hizo una oración y una reflexión sobre esta dramática realidad. Se fueron intercalando lecturas del Evangelio con otros textos del Papa Francisco, el Padre Werenfried Van Straaten (fundador de ACN) o el testimonio de dos ancianos de Irak. “Hacemos una llamada a todos los cristianos del mundo para rezar por nosotros, que el Señor nos ayude a no sufrir más y a vivir en paz como el resto del mundo. No queremos que el sufrimiento que hemos pasado nosotros suceda a ningún cristiano en el mundo. Por eso recemos juntos para que este sufrimiento cese en nuestras carnes, y en los cristianos de todo el mundo” (Mubarack y Agnese).

Los asistentes fueron dejando una vela encendida en la escalinata de la Catedral en recuerdo por los cristianos que han muerto en defensa de su fe. Para, después, elevar una plegaria a Dios por los que sufren y rezar un Padrenuestro, como símbolo de unión de los cristianos.

Vencer la indiferencia

Para cerrar el acto, el Vicario General y Deán de la Catedral, D. Francisco Juan Martínez Rojas, tomó la palabra para agradecer, en nombre de la Diócesis, el poder de convocatoria de esta llamada a la oración. “Aferrarse a la vida es un instinto natural, pero el amor a Jesucristo es capaz de vencer a la muerte”, para continuar diciendo, “este acto en el que recordamos a aquellos que sufren persecución a causa de su fe debe ser un acto de protesta pacífica, pero firme y clara frente a ese silencio cómplice de Occidente que vuelve la cara hacia otro lado, o bien por intereses económicos o bien por estrategias políticas”.

El Vicario General hizo hincapié en que estos mártires del siglo XXI “no aparecerán en los titulares de los periódicos, pero sin nuestro testimonio en defensa de nuestros hermanos que mueren por su fe, ponerlos a ellos en el centro de nuestras vidas, puede significar para esta sociedad un despertar de ese letargo al que los oscuros intereses lo han sumergido, simplemente porque son cristianos los que mueren”. Finalizó su intervención diciendo, “ojalá, las futuras generaciones no tengan que echarnos en cara nuestro silencio cobarde, nuestra complicidad, nuestra apatía con uno de los genocidios más atroces del siglo XXI contra personas absolutamente inocentes, que el único crimen que han cometido es amar a Jesucristo y sentirse orgullosos de ser Iglesia”.