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La luz de Janucá en nuestras vidas

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En la época del segundo Templo de Jerusalem, el imperio Griego – que gobernaba en la tierra de Israel -,  dictaminó varios decretos en contra del pueblo de Israel con la finalidad de anular su religión. Ellos prohibieron el estudio de la Torá (Pentateuco) y el cumplimiento de las Mitzvot (Mandamientos). Se apoderaron de su dinero y de sus hijas. Además, los griegos también entraron al Templo Sagrado destruyendo varias partes de él, e impurificaron los elementos puros que en él se encontraban.
El pueblo de Israel sufrió mucho por causa de los griegos, hasta que los hijos de los Jashmonaím, los Sumos Sacerdotes, se propusieron detener toda esta catástrofe, interviniendo para recuperar y consagrar el Templo.
El día 25 del mes de Kislev del calendario hebreo, los hijos del pueblo de Israel vencieron a sus enemigos y recuperaron el sagrado Templo.
Se relata que cuando ellos entraron al Templo, sólo encontraron allí un frasco de aceite puro que tenía el sello del Sumo Sacerdote y que sólo alcanzaba para encender lamenorá (el candelabro) del Templo por un solo día. Sin embargo, milagrosamente, con ese aceite pudieron encender la menorá durante ocho días, hasta que machacaron olivas y extrajeron nuevamente aceite puro.
Por todo esto, nuestros Sabios decretaron que sean estos ocho días – a partir del 25 de Kislev – días de alegría y de alabanza, de fortalecimiento espiritual y de compromiso para con la vida.
Cada uno de nosotros es parte responsable de encender una luz de fortaleza y esperanza, de respeto auténtico, de deseo de defender la justicia y de fortalecer la paz entre todos los pueblos.
¡Que nuestra Humanidad toda sea parte de este gran desafío que es el encender las luminarias de la paz duradera!
                                                                   Mg .Lic. Daniel Levin