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La voz de las supervivientes

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Muchas veces cuando hablamos de trata de seres humanos nos centramos en dar cifras e intentar entender los datos y analizarlo. Pero, a veces, caemos en el peligro de olvidar que detrás de esos datos hay personas con sus historias de vida.

El relato de estas historias, como los 8 que se recogen en este documento, nos ayuda a entender mejor la dimensión del problema y a que estas personas, víctimas de trata, puedan compartir sus vivencias. Esto también puede ser un ejercicio muy útil para que otras personas puedan sentirse identificadas e incluso reconocerse como víctimas también. Todos los relatos tienen en común el sufrimiento que ha supuesto estar en manos de tratantes a estas personas que también tienen en común la idea original de salir de su país buscando un futuro mejor. Todos explican la violencia, el miedo, la angustia que esta situación les ha supuesto en su vida. Como el buscar una nueva oportunidad en la vida puede convertirse en un sufrimiento enorme. Esta situación se agrava para las mujeres y las niñas víctimas de trata que sufren en su mayoría explotación sexual, máximo exponente de violencia de género. Las mujeres tienen que enfrentarse a situaciones aún más dolorosas que los hombres fruto de esta sociedad desigual y que supone un perjuicio para su dignidad y su integridad física.

Muchos de los testimonios que se recogen en los relatos explican como el haber contado con el apoyo de organizaciones ha resultado clave para su proceso de integración, reparación y de vencer esos miedos y estas “heridas”, como muchos de ellos dicen, que aunque no se ven cuesta cicatriza. Sin una pequeña red que les sostenga en muy difícil lograr salir de esta situación y sobreponerse a la situación tan extrema que supone ser víctima de trata.

En el trabajo con las víctimas se debe garantizar una adecuada protección, asistencia y recuperación de la persona sea cual sea el tipo de explotación al que ha sido sometida y poniendo en el centro su situación especial ya que puede ser un perfil más vulnerable, una menor, tener una discapacidad o verse involucrada en cualquier otra situación especial.

Una asistencia adecuada e individualizada en función de dichas circunstancias concretas es clave para garantizar su bienestar y su protección y así evitar una situación de re victimización.

A medida que nos cuentan sus historias se observa la dificultad que muchas veces tienen las víctimas de trata para identificarse a ellas mismas como tal. No es hasta más tarde, a veces incluso años, cuando toman conciencia de esta situación y, aunque manifiestan que se han visto obligadas a trabajar sin recibir el sueldo acordado no entienden qué tipo de trama hay detrás de su explotación. Este es un trabajo esencial dentro de las organizaciones y la sociedad civil quienes deben ayudar a impulsar las víctimas a tomar conciencia de su propia situación, favoreciendo la auto identificación al mismo tiempo que puedan acceder a un sistema de protección y promoviendo la confianza en las autoridades e instituciones públicas.

La demanda de servicios de la trata de personas es parte de la raíz del problema. Muchos de los relatos tienen en común que las personas han sido explotadas sexualmente. Debemos poner el foco en quienes consumen este tipo de servicios sexuales o cualquier otra forma de explotación de forma explícita o encubierta e intentar desincentivarlo por parte de las entidades tanto públicas como privadas para que estas situaciones se intenten evitar.

Angélica.
PARAGUAY

Una vez aterrizada en Lanzarote vino a recogerme al aeropuerto un señor, supuesto patrón de la chica que me contactó, que desde que lo vi no me dio buena
impresión. Me llevó a una especie de oficina donde me pidió el pasaporte para
hacer un supuesto “informe de trabajo”. Dijo ser un consentimiento voluntario

para trabajar para él, ya que en ese momento yo no tenía documentación regular en España. Firmé ese documento y entregué mi documentación.
Desde esa oficina me llevaron a una habitación y me dijeron: ¡Prepárate para
trabajar!
Es entonces cuando se confirma mi sospecha. Ese hombre me obliga mediante
amenazas a ejercer la prostitución y consumir cocaína.

No me encontraba bien, me desmayé, y no podía pedir ayuda a nadie.

Al día siguiente aparecieron tres clientes por los que fui forzada a mantener relaciones sexuales y me maltrataron física y psicológicamente en repetidas ocasiones.

Estaba desesperada. Sentía mucho miedo, no sabía que iba a pasar conmigo.
Uno de los clientes que acudía al club, conocedor de los hechos me dijo que iba
a ayudarme a salir allí. Me llevó a su casa por unos días. Desde allí contacté de
nuevo con una chica paraguaya que conocí en Madrid y me ofreció un billete
para viajar a Pamplona, que es el lugar dónde ella se encontraba.
Conseguí llegar a Pamplona antes de que se me caducara la visa de turista. Allí
de nuevo ella me ofreció otro trabajo de prostitución en un piso dónde tenía que
entregar el 50% de cada pase. Permanecí allí unos 3 meses, pero mi objetivo era
cambiar mi situación. Después me ofreció otro piso en Huesca.
Tras un tiempo en Huesca, conocí a las trabajadoras de Fundación Cruz Blanca,
les conté mi situación, que llevaba 8 meses en esta situación de prostitución en
contra de mi voluntad y que quería salir de la prostitución y poder optar a una

vivienda en la que no me viera obligada a ejercer.

Desde ese momento, me acogieron, me acompañaron y me ayudaron a cambiar mi situación. Me asesoraron sobre el tema de identificación como víctima de trata. Era la primera vez que me ofrecían llevar a cabo este procedimiento. Decidí empezarlo porque creí que era la única forma de poner fin a todo el sufrimiento y poder así normalizar mi situación en todos los sentidos. No tenía una idea previa de cómo sería la identificación, solo sabía que debía contar mi historia para poder identificar la situación de trata.
Paraguay de mi corazón. Qué feliz he sido en mi tierra, con mi familia, mis 3
hijos. Con mis actividades para la comunidad. Pero todo ello desapareció. Mi
marido empezó a tener relaciones con el narcotráfico, y todo cayó en picado.
Durante un año estuve intentando tramitar la separación por vía legal, pero
fue imposible, la situación se volvió aún más complicada con mi marido. Tras la
situación vivida caí en una fuerte depresión de la cual tuve que estar ingresada
durante un mes en el hospital.
Decidí salir del país porque la situación con mi marido ya era insostenible, las
amenazas y el maltrato por parte de él aumentaban y temía mucho por mi vida.

Mi marido contrató a sicarios que me controlaban continuamente con intención de acabar con mi vida.

Para poder comprar el billete de avión vendí mi camioneta y un amigo me ayudó con el trámite. Me encontraba llena de ilusión y con ganas de salir mi país, pero al igual también sentía mucho miedo y desconsuelo porque dejaba allí a mis hijos, pero sabía que mi vida corría peligro si me quedaba allí. Mi objetivo era conseguir un trabajo digno y tener estabilidad económica para ayuda a mis hijos.
El viaje lo hice sola, duró entre 1 y 2 días. A la llegada a España, mi amiga me

consiguió una habitación para alquilar en Madrid, aquí estuve viviendo durante un tiempo gracias a mis ahorros. Es en ese momento pido ayuda en redes
sociales, en un grupo donde se encuentran paraguayas y paraguayos. A través
de esta página localizo a una mujer que me ofrece trabajo y alojamiento en un
piso.
Esta persona que conocí a través del grupo de Facebook me llevó a un piso, engañada, donde me obligaron a trabajar en prostitución. Me quitaron la documentación, no podía salir a la calle y además tenía que estar disponible las
24 horas del día. Estuve un tiempo en ese piso, muy controlada por la personas
encargadas del mismo. En este momento contactó conmigo otra conocida paraguaya quién me ofrece un trabajo en Lanzarote con gastos de billete y alojamiento incluidos. Me co menta que se trata de ayudante de camarera de pisos. Como todavía tenía la visa de turista por tres meses, decidí probar y viajar hasta Lanzarote.

Una vez aterrizada en Lanzarote vino a recogerme al aeropuerto un señor, supuesto patrón de la chica que me contactó, que desde que lo vi no me dio buena
impresión. Me llevó a una especie de oficina donde me pidió el pasaporte para
hacer un supuesto “informe de trabajo”. Dijo ser un consentimiento voluntario

para trabajar para él, ya que en ese momento yo no tenía documentación regular en España. Firmé ese documento y entregué mi documentación.
Desde esa oficina me llevaron a una habitación y me dijeron: ¡Prepárate para
trabajar!
Es entonces cuando se confirma mi sospecha. Ese hombre me obliga mediante
amenazas a ejercer la prostitución y consumir cocaína.

No me encontraba bien, me desmayé, y no podía pedir ayuda a nadie. Al día siguiente aparecieron tres clientes por los que fui forzada a mantener relaciones

sexuales y me maltrataron física y psicológicamente en repetidas ocasiones. Estaba desesperada. Sentía mucho miedo, no sabía que iba a pasar conmigo.
Uno de los clientes que acudía al club, conocedor de los hechos me dijo que iba
a ayudarme a salir allí. Me llevó a su casa por unos días. Desde allí contacté de
nuevo con una chica paraguaya que conocí en Madrid y me ofreció un billete
para viajar a Pamplona, que es el lugar dónde ella se encontraba.
Conseguí llegar a Pamplona antes de que se me caducara la visa de turista. Allí
de nuevo ella me ofreció otro trabajo de prostitución en un piso dónde tenía que
entregar el 50% de cada pase. Permanecí allí unos 3 meses, pero mi objetivo era
cambiar mi situación. Después me ofreció otro piso en Huesca.
Tras un tiempo en Huesca, conocí a las trabajadoras de Fundación Cruz Blanca,
les conté mi situación, que llevaba 8 meses en esta situación de prostitución en
contra de mi voluntad y que quería salir de la prostitución y poder optar a una vivienda en la que no me viera obligada a ejercer.

Desde ese momento, me acogieron, me acompañaron y me ayudaron a cambiar mi situación. Me asesoraron sobre el tema de identificación como víctima de trata. Era la primera vez que me ofrecían llevar a cabo este procedimiento. Decidí empezarlo porque creí que era la única forma de poner fin a todo el sufrimiento y poder así normalizar mi situación en todos los sentidos. No tenía una idea previa de cómo sería la identificación, solo sabía que debía contar mi historia para poder identificar la situación de trata