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Ninguna mujer debería morir al dar a luz

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Tener un bebé en Afganistán es, a día de hoy, un riesgo inaceptable. De todos los nacimientos que asistimos en el mundo, uno de cada cuatro tiene lugar allí. En el Día Internacional de la Mujer 2017, alertamos de los peligros a los que las mujeres afganas se enfrentan durante el embarazo y el parto.

Afganistán es uno de los lugares más peligrosos del mundo para dar a luz: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor de 4.300 mujeres mueren cada año debido a una complicación durante el embarazo o el parto. Nada que ver con las 19 mujeres que suma Australia, por ejemplo.

En el país afgano, los partos sin asistencia cualificada son una amenaza importante para la supervivencia y el bienestar de las mujeres y sus recién nacidos.

Bien lo sabe de primera mano Aqila, supervisora de matronas en la maternidad del hospital Dashte Barchi, centro que gestionamos en Kabul, la capital, en colaboración con el Ministerio de Salud Pública.

Tras trabajar como vacunadora en un hospital rural, Aqila decidió convertirse en matrona para contribuir a mejorar la seguridad de sus compatriotas afganas durante el parto. “A lo largo de mi vida, he visto a muchas mujeres morir durante o después del parto. He visto a muchos niños crecer sin su madre; es realmente triste”, confiesa.

Por ello, nuestro objetivo en Afganistán es reducir la mortalidad y la morbilidad de las madres y de sus recién nacidos gracias a una asistencia sanitaria materna y neonatal gratuita y de alta calidad en cuatro hospitales del país.

De todos los nacimientos que asistimos en el mundo, uno de cada cuatro tiene lugar en Afganistán: en 2016, nuestros equipos médicos ayudaron a nacer a más de 66.000 bebés.

La formación es clave

Uno de los principales obstáculos para un parto seguro es la falta de doctoras y matronas. Durante varias décadas, las mujeres afganas no han podido acceder a la educación, lo que ha conducido a una acuciante escasez de personal femeninocapacitado para atender a las mujeres durante el parto. Sin embargo, muchas familias solo aceptarían atención de personal médico femenino debido a las normas culturales de género vigentes en el país.

Este dilema es uno de los motivos por los que hasta dos tercios de los bebés nacen en casa, sin ayuda. En esta línea, todos nuestros proyectos en Afganistán anteponen la formación de personal femenino local. Al desarrollar sus competencias, ayudamos a garantizar que sus proyectos puedan responder mejor a las necesidades de las mujeres.

Casi todas las matronas que asisten en los partos dentro de nuestros programas son mujeres afganas. Desde la apertura en 2012 del hospital de maternidad solo para mujeres en la provincia rural de Jost, varias doctoras también han adquirido gran experiencia en la gestión de partos complicados.

Recibieron la formación de personal internacional como la doctora Sévérine Caluwaerts, especialista en ginecología y obstetricia, que ha trabajado en Jost siete veces.

“A dos de nuestras doctoras afganas, la doctora Sadia y la doctora Farida, les enseñé a hacer su primera cesárea.  Ahora, después de tantos años, son completamente independientes”, explica Sévérine.

Aunque ofrecemos atención médica gratuita, muchas otras clínicas del país cobran por sus servicios. “Mucha gente tiene problemas económicos, no tienen dinero para el cuidado prenatal o para ver a un ginecólogo”, señala Aqila. “Las mujeres no quieren ir a los caros hospitales privados, intentan dar a luz en casa. Muchas de ellas no saben nada sobre las complicaciones del embarazo y el parto”.

La atención prenatal es crucial para identificar y mitigar las complicaciones que pueden impactar en gran medidas en la salud del recién nacido.

Recientemente, Nadya dio a luz a su primer bebé en el hospital Ahmad Shah Baba, gestionado conjuntamente por MSF y el Ministerio de Salud en Kabul. Como les sucede a muchas mujeres afganas, había recibido una atención prenatal muy limitada.

De hecho, más del 40% de las mujeres afganas no recibe atención prenatal durante el embarazo; una cifra que tratamos de reducir mediante actividades de promoción de la salud y la prestación de asistencia gratuita.

El bebé de Nadya nació con espina bífida tratable leve pero, si se hubiera detectado durante el embarazo, Nadya y su familia podrían haber recibido apoyo para prepararse para el nacimiento y el seguimiento necesario.

Centramos nuestra labor en las mujeres con complicaciones obstétricas directas ya que ellas pueden beneficiarse más de nuestra experiencia.

Nuestros equipos trabajan por mejorar el reconocimiento de estas complicaciones a través de actividades como emisiones de radio y reuniones con la comunidad.

También apoyamos a las clínicas comunitarias para reforzar su gestión de los partos normales y garantizar que las mujeres con complicaciones se derivan con rapidez a nuestros hospitales.

No obstante, aún existen muchos obstáculos para las mujeres que buscan una atención oportuna crucial, como unas carreteras y caminos peligrosos y lentos.

Sayed Kamyabudin Sayed es responsable del servicio técnico en el hospital de maternidad de Jost. Recuerda perfectamente lo difícil que fue llegar al hospital cuando su esposa se puso de parto de su primer hijo. “Por aquél entonces, el camino no estaba asfaltado y, como era de noche, nos detuvieron en los puestos de control… Nos llevó 1 hora y media llegar de casa al hospital cuando normalmente son unos 20 minutos”, recuerda.

Los riesgos de tener un bebé en Afganistán son todavía inaceptablemente elevados, pero Sayed, padre de cuatro hijos, es optimista respecto al futuro.

Mediante la asistencia a decenas de miles de partos, la formación de personal médico femenino, la mejora del reconocimiento de las complicaciones obstétricas y el desarrollo de los centros de salud comunitarios, contribuimos a que los partos resulten más seguros para las mujeres afganas.

“Dar a luz debe ser un momento de alegría y no de tristeza. Por eso estamos aquí, y ese es el trabajo que hacemos. Ninguna mujer debería morir como consecuencia de un parto”, concluye la doctora Caluwaerts.